A PROPÓSITO DE LA REFORMA A LA JUSTICIA

La profesión de abogado, como los pastusos, ha sido objeto de innumerables cuentos e historias por virtud de una particularidad que de una u otra forma es aprovechada para su caricaturización, por lo que, sencillamente se ha granjeado. La diferencia sin duda es enorme y altamente dolorosa; mientras a los segundos se les coloca de ingenuos frisando incluso la torpeza e ignorancia, a los primeros se nos ha tildado de picaros, avivatos y sin eufemismos: como ladrones, condición esta que la unica forma de hacerla resbalar es perteneciendo a tal peculiar grupo.

Entonces, muy a propósito de la entrevista aparecida hoy en el Diario El Tiempo al ilustre Ministro de Justicia Juan Carlos Esguerra Poretocarrero, aquel particular y hasta merecido estigma, solamente logra dilucidarse en el tiempo para los futuros profesionales de la abogacía e incluso para los en ciernes, mediante la academia, cuando la etica como ese sagrado principio y valor inherente al ser humano, logre recuperarse, ya que, como lo es la etica al ser humano lo es el servicio social y la honestidad al abogado. Esto se diluyó en el tiempo y en el espacio, siendo suplido por el egoista interes. No en vano y sin razón es la condición en muchas veces coincidente de abogado y el político, cuando sencillamente la ignoraancia del usuario ha sido objeto de aprovechamiento para sus muy particulares intereses.

En ese orden de ideas, bajo la concepción absoluamente errada de que se está ejerciendo la profesión, incluso la misma justicia es y ha sido objeto de sus torcidos propósitos. Dilación de procesos, promoción de otros sin causa justa ni prosperidad a la vista que tienen como objetivo los honorarios del cliente, el engaño de este para apoderarse de sus dineros, etc. son comportamientos y conductas que se volvieron inveteradas en el abogado y que como lo dijo el Ministro Juan Carlos Esguerra Portocarrero merecen una amplia consideración dentro de la reforma a la justicia que se avecina y dentro de la cual los abogados son su materia prima.

La honestidad, la probidad y la rectitud deben rescatarse en beneficio de la linda profesión de abogado, mancillada desafortunadamente por una minoría que a la vez parece mayúscula ya que, parece increible, quienes abanderan esta anormalidad estan en las altas esferas, por lo increiblemente, se les cree ya que suelen contar y estar en contubernio con operadores judiciales. Entre mas nombre y pomposidad se tenga, más crédito se obtiene en esta simpatica profesión de abogado donde el cliente es seducido por esas circunstanciales condiciones de suyo erradas.

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