CAPACIDAD DE ASOMBRO
El Ser humano desde su Divina concepción tiene dentro de sus virtudes o dones proporcionados por El Creador la natural “capacidad de asombro” que sencillamente se reduce a la facultad y posibilidad de visión y admiración, primero, en la detección por nuestros órganos de los sentidos y, segundo, de que lo detectado puede o está fuera de la común. Es entonces la “capacidad de asombro” que como vitalidad para nuestro natural y normal desarrollo, en el entendido del destierro de potenciales sobresaltos que den finalmente al traste con la sanidad física y mental necesarias para el cometido encomendado por Dios nuestro Señor, lo que tenemos que conservar y preservar desde los albores de nuestra vida. Así, el niño desde su nacimiento no debe privarse de ello y como son los adultos quienes gobiernan en esos momentos su vida, se constituyen en los primeros y únicos responsables de que en ellos perviva aquella innata “capacidad de asombro”. De forma paulatina y progresiva el niño incu