ELEMENTAL

"La paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento" dice nuestra Constitución Política en su artículo 22. De hecho, un derecho para los coasociados, el pueblo en general y deber de obligatorio cumplimiento para quien tome las riendas del Gobierno Nacional, el presidente de la República. Ello es así, tan claro como que todos deseamos vivir de esa forma: en Paz que no es otra cosa que la "absoluta tranquilidad y sosiego" en contraposición a la zozobra, "a la guerra y a la lucha". Respecto de tan elementales premisas nadie se aparta, me atrevo a confirmarlo, como sí de las circunstancias y condiciones en que se llegue a ella finalmente, que, descartado el triunfo militar por parte de las fuerzas legítimas del Estado de Derecho, es aquí en nuestro País por el voluntario y bilateral diálogo.

El dialogo supone, contrario al final de la guerra con el triunfo indiscutido e indiscutible de uno de los bandos que de suyo impone su voluntad, la concertación respecto de los temas álgidos en pro del Pueblo que, tanto al Gobierno Nacional como a la misma guerrilla o subversión, les mueve. La guerrilla, de hecho, tuvo su génesis izando las banderas de la injusticia que padecía el Pueblo; por ello se levantaron en armas, se sublevaron, se armaron internándose en las selvas con el único fin de tomarse el poder para proporcionarle absoluto bienestar al Pueblo erradicando la desigualdad y de contera la pobreza, potisima razón por la cual podría considerarse y hasta entenderse lo de altruismo que en alguna ocasión indicó la Corte Suprema de Justicia eran los actos de la guerrilla.

Si aquella subversión perdiera su norte, como acontece con la guerrilla de las farc en el panorama Colombiano; si sus ataques indiscriminados tocan la mismo Pueblo una y otra vez, voluntaria y sistemáticamente, los diálogos en búsqueda de esa anhelada paz pueden quedar ilegitimados ya que el Pueblo dejó de interesarles; fue mutado por su muy particular interés personal, constituyéndose justamente en la explicación para las voces disonantes en torno al proceso que inició.

Si ello es así, tan claro como que no hay Colombiano que no desee la paz, la pregunta es, por que razón dialogar con un grupo terrorista y narcotraficante de los tantos que existen en la faz Colombiana, ora los urabeños, ora las bacrim, etc.; éstos, bien podrían copiar aquella estratagema y legitimar su actuar. El cuestionamiento radica en la razón por la cual el Estado Colombiano sencilla y voluntariamente se equipara a ese grupo delincuencial y más aún, claudicándose. Y, la veracidad de esto se dejo en evidencia con la ironía y mofa del famoso y tristemente celebre rap que editara las farc para dar a conocer su triunfo.

Así de elemental es; otra cosa es que contra viento y marea se quiera pasar a la historia por parte del presidente Juan Manuel Santos y para ello y por ello se pase la pagina, dando inicio seguramente a que muchas otra páginas se tengan que pasar para no continuar la tragedia con otro grupo que quiera hacer lo  mismo enarbolando las mismas banderas, porque así jamas se terminará la desigualdad que gesto la insurgencia.

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