EL POLITICO.

Sin duda pareciese que la corrupción como forma poco ortodoxa de conseguir riquezas fuese en aumento en nuestro territorio Colombiano, pero lo cierto es que no, no es así. Esta perversidad ha existido por siempre, lo que sucedió es que por una u otra razón que no es tema en el momento, de un tiempo para acá se puso en evidencia el inveterado ataque a los recursos públicos, al erario público y de formas tan disimiles como las que en la actualidad se nos están colocando a la vista en instituciones como la salud, la educación, la justicia, etc., con la convicción errada de que ese dinero es inagotable. El político entonces promete esta vida y la otra con la ayuda económica de quien, por lo mismo se constituirá en su acreedor; con la colaboración menos significativa pero igualmente importante del politiquero del barrio encargado de amasar votos pero que igual que aquel y en su proporción también se constituye en acreedor. Dos ejemplos que ponen de manifiesto el compromiso adquirido por el político en turno; al primero le concederá contratos para que se cobre con lujo de intereses su inversión y, segundo muy probablemente le dará un puesto para que haga y deshaga. Mientras aquel está ocupado en todo y para todo lo que le signifique engrosar su patrimonio económico, los otros igual hacen lo propio configurándose la corroída cadena que hoy agobia nuestro País; hay que llenar las arcas de quienes de esa forma participaron en la campaña, menos la del pueblo que convencido de sus maquinadas promesas, les creyeron. Es así y -lo más triste de todo- es que siempre será así si es que no tomamos absoluta conciencia de la realidad social que nos embarga; solamente se utiliza al pueblo para su propio bienestar. La realidad así lo enseña.
Pero la pregunta es, porqué continúa dándosele licencia a esta clase de artimañas cuando todos, todo el pueblo Colombiano sabe a ciencia cierta lo que sucede? La respuesta que se encuentra inexplicablemente es que eso no nos afecta y que sino se apoya al político no se tiene la forma de por lo menos trabajar, situación esta última no lejana a la realidad y el desespero social por el trabajo sin duda puede llegar a esos limites de, con conciencia obrar en contravia. El político sabe eso y de ello se aprovecha, pero cuándo se obtendrá la capacidad de hacer un alto en el camino y recapacitar, porque como primera medida los recursos públicos si se acaban y segundo, nosotros en el entendido del amplio espectro que significa nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos, etc. no, por lo que los años evidenciaran un Estado inviable; cómo sostenemos la economía de nuestro hogar si del presupuesto que nos posibilita el solitario sueldo, pretendemos gastos extras e innecesarios, como por ejemplo el unánimemente criticado licor? Obviamente que el hogar se vuelve inviable porque el presupuesto destinado para lo trascendental se perdió. Igual sucede con un Estado, pero el interrogante que sigue flotando es porqué tanta tozudez en la toma de conciencia cuando el pueblo Colombiano lo que tiene son medios de comunicación que repele cualquier excusa de ignorancia.
El político solo piensa en el pueblo en la época electoral; es una perogrullesca verdad. El servicio social inherente al verdadero político, brilla por su ausencia. Es su bienestar personal y su propio peculio el que les interesa.

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