INCONFORMIDAD...

La protesta es legítima conforme nuestra Constitución Política, pero, la pregunta es si debe ser permitida cuanta manifestación se ejercite, hasta la más nimia, cuando el precedente es que las decisiones que las motivan son tomadas por quienes elegimos para que nos gobernaran y de hecho, aquellas determinaciones buenas o malas (depende de la lupa y acera donde nos hallemos) son justamente de quienes libremente escogimos para ello. No es una apología para el mal gobierno y menos para que se erradiquen con violencia las manifestaciones de inconformidad, naturales por demás, pero sí a la conciencia cuando de elección se trata; de sensatez cuando nuestro futuro está de por medio y sobre todo, del conocimiento indubitable que no todas las medidas que han de tomarse serán bien aceptadas por todos; de hecho, no conozco gobierno aplaudido unánimemente.
Si ello es y debe ser así, en otras palabras, el resultado se conoce, resultaría en sana lógica descabellado pensar que por un lado la inconformidad cesará definitivamente o por el otro que la criticada decisión gubernamental vaya a ser modificada; la experiencia lo enseña, son los paños tibios y los sofismas los que entran en juego, razón que me lleva a la conclusión en el desgaste de uno y de otro, en el protagonismo inveterado por estas razones que únicamente desembocan en el perjuicio ciudadano, de los que nunca deciden participar en trifulcas. Siendo entonces la conciencia la que prevalece en las diferentes decisiones que están en el escenario obviamente no se entendería ni comprendería tantas explosiones de inconformidad.
Claro, se dirá que no todos elegimos, pero la verdad es que de todos es nuestra responsabilidad por activa o por pasiva, porque el abanico siempre es amplio y variado.


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