LA SANA CRITICA DEL TESTIMONIO

Recuerdo la ocasión en que un testigo a quien le recibía en esos momentos su declaración, al hacerle notar que estaba mintiendo cinicamente me respondió: "Si, miento y qué?" De hecho, semejante desparpajo lo deja a uno desarmado y desconcertado porque es cierto lo que me significaba el osado declarante: no pasa nada; nunca pasó nada (de eso hace muchos años) y no pasa absolutamente nada; es mas, hoy por hoy se ha invertido tanto la situación procesal que hasta réditos reciben quienes osan mentirle a la justicia. En la actualidad su recompensa no es una investigación por falso testimonio; es, o dinero efectivo, en especie o rebaja de pena o libertad, según su condición: un ciudadano libre o un reo, es decir, un procesado detenido. El primero, grupo del cual hacia parte el personaje referido en la anécdota cuando me desempeñaba como escribiente de un Juzgado, suelen hacerlo por dinero o simples dádivas, mientras los segundos, quienes por su condición delincuencial son apetecidos aquí en Colombia les pueden conjugar con lujo de detalles, para su seducción, ora con la rebaja punitiva o con la anhelada libertad.

La sana critica del testimonio era el "tamiz" por el cual debían pasar todos los testimonios que procesalmente se recogían; y refiero "era" no porque haya desaparecido dentro de nuestro trafico jurídico o dentro de nuestro sistema procesal, sino por su condición voluntariamente desueta por parte de nuestros operadores judiciales. Al testigo no solamente se le valora según su potencial posición observadora que le hubiese posibilitado ver los hechos para finalmente transmitirlos, sino que era y es obligación por parte del operador judicial el detenerse en su persona y en el análisis de su personalidad social y familiar para detectar sus condiciones morales y de contera evidenciarle a la justicia el crédito que puede brindarle cuando de señalar a una persona se trata como responsable de un delito. 

Con esta feria de gabelas que contiene hoy nuestro sistema penal, qué le impide a un avezado e inveterado delincuente que purga una pena de 20, 30 o 40 años de prisión, e incluso menos, ora por homicidio, por secuestro, etc., y que por lo mismo ha evidenciado su misantropia, sindicar y señalar a un semejante de haber cometido o participado en un delito que a ciencia cierta sabe que no lo hizo? A una persona que ni siquiera conoce?  Obviamente y eso no necesita mayor análisis: nada se lo impide, no le cuesta ningún trabajo y por el contrario, va a obtener una enorme ganancia: salir de la cárcel -según lo que haya descontado-, una enorme rebaja de pena y muy seguramente dinero en gran cantidad que disfrutara su familia o él mismo cuando termine de cumplir su pena. 

Eso es lo que posibilita nuestra justicia Colombiana; a ciencia y paciencia los unos mienten mientras los otros se encargan de bendecir su testimonio pasando por alto aquel elemental principio: la sana critica del testimonio, para cristalizar aquello que también he pregonado de que es utilizada para retaliaciones políticas.

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