JAPÓN....

Leí en un blog anotaciones respecto de la injusticia que sería -como algunos lo hacen- de hallarle explicación a la tragedia del Japón como un castigo de Dios, ya que, sencillamente el suelo que pisamos constantemente está en movimiento, lo que indudablemente es cierto. De hecho comparto la crítica porque considero que ese no es el mecanismo Divino para manifestar y dejar en evidencia las inconformidades que producen las humanas acciones; no, Dios no acabaría contemporáneamente con un pueblo como lo hiciera con Sodoma y Gomorra, pero con ésto nos dejó enseñanzas múltiples que desconoce olímpicamente la humanidad en todos los órdenes de la vida. No acabaría con Haití, con Chile, tampoco con Japón arrasando con niños y ancianos. No, no es siquiera para considerarse, por lo que el "epicentro" del sismo y sus consecuencias no está en Dios pero sí en el mismo hombre que ejecuta acciones contra la misma naturaleza de forma incesante e inmisericorde. Son consecuencias como efecto, de sus propias acciones a futuro; la tierra se siente ante tantos experimentos y maltratos, y un sismo se convierte en caldo de cultivo para que las consecuencias sean absolutamente nefastas. Nos encontramos ante secuelas humanas, no Divinas, como que el libre albedrío no se encuentra bajo nuestra absoluta dirección, como que, bien podemos ejecutar una u otra acción pero qué nos garantiza que salga bien como lo esperamos; ese es el libre albedrío que no maneja el hombre y que desemboca fatalidad cuando pretende abruptamente torcerlo. Como los mandatos Divinos están de por medio, como se ve, es la razón para que injusta e inconsultamente se le pretenda achacarle a Dios la responsabilidad de todos los sucesos trágicos.

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